miércoles, 4 de julio de 2007

Doña Rigo... la mujer

Coincidí con la Dra. Rigoberta Menchú en un restaurante de la ciudad. Al observarla, y con deseos de conocerla y platicar con ella, recordé que a través de los siglos los cronistas nos han dejado plasmada leyendas, como las de El Popol Vuh, que nos cuenta como los Señores de Xibalbá, a pesar de ser mucho más poderosos, al final siempre sucumbieron ante la perseverancia, intrepidez y tenacidad de Hunahpú e Ixbalanqué. Perseverancia, intrepidez y tenacidad, palabras que han sido precisamente lo que a Rigoberta Menchú le ha sobrado en su batalla contra los señores de Xibalbá de nuestra era: el conservadurismo político, el machismo y el racismo, al punto que ha logrado que los engranajes de la justicia internacional investiguen el genocidio que ha quedado en la impunidad por más de 20 años. Llegó la oportunidad, un buen amigo de Cantel, y quien en ese momento compartía la mesa con doña Rigoberta, me la presentó, estaba sentada junto a su esposo Ángel Canil. Cuando la reunión-desayuno terminó, se acercó a la mesa que ocupaba con mi familia, le presenté a mi esposa e hijos, y con el sentido del humor, entre la reflexión y lo duditativo, habló de que el presente y el futuro está en manos de ustedes (dirigiéndose a mis hijos adolescentes). Maneja una filosofía de vida propia, sacada fundamentalmente de viejas teorías de vida de los pueblos ancestrales. Es afable y su voz sosiega, calma. Conversé con ella unos minutos y noté los valores que como mujer posee. Lástima que hasta las mismas de su género la consideran «diferente», sin el derecho a optar por otro comportamiento más que el que les corresponde, según ajena determinación. Pero doña Rigo rompió los esquemas. Ya no es notada a partir de su ausencia en la vida pública. Al reto de vencer su condición de ser mujer e indígena, le sumó su inteligente rebeldía y alcanzó el reconocimiento mundial. Osada, fue mucho más allá que las figuras masculinas, patriarcas y otras mujeres ladinas privilegiadas. Trascendió los límites permitidos a las mujeres de su etnia por la tradición prejuiciada y por la ideología del darwinismo social, muy ligada al nacionalismo xenófobo y al racismo. En una ocasión dijo que estamos «con la esperanza en un hilo», pero con sus acciones pone esa cuota de optimismo y trata de nivelar la balanza para encontrar esa luz al final del túnel. En torno a ella como símbolo se percibe la truncada esperanza en la recuperación de la dignidad.

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