lunes, 27 de agosto de 2007

Voy a votar por Rigoberta Menchú

Hemos votado por hombres (entre más machos,mejor). Hemos votado por ladinos (entre más blancos, mejor). Hemos votado por citadinos (capitalinos, si se puede). Hemos votado por ricos (que no necesitan robar, ¡ja!). ¿Y haciendo lo mismo esperamos resultados distintos? Me parece que esto se acerca mucho a la definición de la locura. En fin, este es el argumento demagógico que ofrezco a quien me encuesta sobre mi voto en las próximas elecciones. Voy a votar por Rigoberta Menchú. Espero con cierto fresquito el alud de alarmadas protestas y los infaltables comentarios peyorativos y burlones. Currículum o cuna del presidenciable no son garantía para el elector, como ya habrán podido notar. A menos que sufran de escotoma. Como muchos de ustedes, creo que el discurso de la Premio Nobel redobla aún con demasiadas campanadas de denuncia y que su propuesta no es lo sólida o reformadora que necesita el Estado de Guatemala. Pero el voto alimenta al líder y el mío podría motivarla a madurar su discurso y su programa de gobierno. Mi voto podría alentar a la candidata a trabajar en la consolidación de su partido, aunque más me gustaría que fortaleciera Encuentro por Guatemala, liderado por una figura como Nineth Montenegro (con tres legislaturas y una ardua labor fiscalizadora), y dejar atrás la utilización de las organizaciones políticas como meros vehículos electorales. Mi voto podría alentar la participación de la mujer y el verdadero liderazgo femenino (que no tiene necesidad de ponerse pantalones para dirigir). Coincido con Edelberto Torres Rivas en que el voto por Rigoberta es un voto emblemático. Es el voto en contra de la discriminación racial, en contra del machismo, en contra de la centralización, en contra del establishment. En contra del país que nos tiene podridos, vaya. ¿Simbólico? Sí. Pero ya podríamos ir dejando de ser tan literales. Hasta las elecciones necesitan un poco de poesía.

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